

La incineración crece cada año en la región. En Extremadura casi uno de cada tres fallecidos son cremados, pero ¿Qué ocurre con las cenizas de los difuntos? Un caso judicial ha puesto de actualidad este tema porque los juzgados de Badajoz han atendido un pleito entre el marido y el padre de una mujer fallecida por la custodia de sus restos incinerados.
En el caso en el que el juzgado ha fallado en favor del marido, el conflicto se desató por la titularidad del columbario donde se guardaban las cenizas. Sin embargo, los nichos para urnas no son lo más común en Extremadura. Los crematorios y las funerarias de la región coinciden en que lo más habitual es que los familiares esparzan las cenizas de sus fallecidos.
«Puede ser en el campo, en el río o en la plaza del pueblo porque dejó dicho que era el sitio que le gustaba», explica Jessica Hernández, de Funeraria Extremeña. La mayoría de las familias optan por recoger la urna del crematorio y celebrar una pequeña ceremonia privada para esparcir los restos. «A veces se quedan pequeñas cantidades en casa», añade Marcelo García, de Funerarios Reunidos de Badajoz (Fureba), la empresa que gestiona el crematorio de Badajoz.
Otra opción son los columbarios, nichos pequeños adaptados para las urnas que se están instalando en los cementerios públicos, pero también en otros espacios como parroquias. «Aún son pocos los que los usan, a veces llevan la urna a nichos normales donde están sus familiares y una minoría las deja en casa con la urna completa», explica García.
En unos pocos casos, añade el responsable del crematorio de Badajoz, la familia firma un documento a su empresa y son ellos mismos los que esparcen los restos. Lo que aún no se ha popularizado en Extremadura, pero sí en otras zonas de España, son las urnas biodegradables. Estos depósitos se descomponen al ser lanzadas al agua o ser enterradas. «Tiene ventajas, pero tiene mal transporte si se da un golpe, así que no suele usarse», explica Marcelo García. De hecho han aparecido urnas normales en los ríos extremeños porque los familiares no solo lanzaron las cenizas, sino también el recipiente, pero no es tan común como en algunas playas, son meras anécdotas.
A nivel nacional las estadísticas muestran que un tercio de las personas que fallecen son incineradas, en algunas capitales grandes el porcentaje supera el 70%. En Extremadura las incineradoras señalan que las cifras son más bajas, rozan el tercio de las muertes, pero sin llegar. Eso sí, «va aumentando cada año. Se ve cada vez más», explica Esther Casillas, de Tanesa, la empresa que gestiona el crematorio de Villanueva de la Serena.
El de Villanueva fue el primer incinerador que se instaló en la región hace más de 20 años. Tras este se puso en marcha uno en Mérida, otro en Badajoz. Actualmente hay, además, en Cáceres, Plasencia, Llerena y Fregenal.
Fernando Yaybek, director general de Iniciativas Alcaesar, el grupo que gestiona los crematorios de Cáceres y Plasencia, señala que la cremación aumenta entre un 7 y un 8% cada año y que se trata de una tendencia, aunque las cifras de los dos últimos años están alteradas debido a la pandemia del covid 19. De hecho, los crematorios de la región llegaron a incinerar cuerpos llegados de Madrid porque la capital no tenía capacidad.
Yaybek detalla que, en 2021, se realizaron 460 cremaciones en Cáceres y 275 en Plasencia. En Badajoz, según los datos de Fureba, fueron 588 personas. Una cifra que contrasta, según recuerda Marcelo García, con las dos únicas incineraciones que realizaron en 2003, el año que abrieron.
En Badajoz capital el porcentaje de cremaciones es mucho mayor que la media regional, es del 45% de los fallecimientos. Esto se debe, según señalan las funerarias, al precio. «Depende mucho de la zona. Un nicho en Badajoz capital cuesta 830 euros y la incineración 635. En Gévora, sin embargo, un nicho supone 300 euros», explica Jessica Hernández.
El director general de Iniciativas Alcaesar explica que, además del precio, la cremación es cada vez más demandada porque está más aceptada y valorada por los jóvenes.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizó un estudio del coste de los servicios funerarios en 29 ciudades españolas y determinó que en las capitales la diferencia de precio entre el entierro y la incineración apenas es de 200 euros, por lo que esta práctica crece por razones culturales. En este estudio incluyó a Badajoz capital que está entre las más baratas aunque por detrás de otras ciudades como Zaragoza, Logroño o Tenerife. En estas ciudades un servicio funerario no supera los 3.000 euros mientras que la media en Badajoz es de 3.333 euros para una inhumación y 3.286 en caso de cremación. En las localidades más caras de país, como Vigo, pagan más de 5.000 euros.
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